Derechos Humanos y género: Tramas violentas

AutorMaría Luisa Femenías
CargoUniversidad Nacional de La Plata lfemenias@gmail.com Argentina
Páginas341-363

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1. Introducción

La violencia contra las mujeres es constante y latente en los diversos territorios, clases sociales, niveles culturales y creencias religiosas. Incluye el maltrato físico explícito (violaciones, golpes, incluso la muerte), el verbal explícito (insultos, gritos, amenazas), psicológico (amedrentamiento, desconfirmación, descalificación, minusvaloración). En general, hay inequidad, discriminación y/o segregación de género y América Latina no es una excepción. Desde la filosofía de género cabe preguntarse: ¿Qué factores la favorecen?¿Qué presupuestos la sostienen? ¿Por qué se la minimiza hasta considerársela "normal"? En lo que sigue, propongo primero algunos modos en que el lenguaje opera como generador de la forma mentis que en buena medida contribuye a (in)visibilizar la violencia, siendo además marcador de umbrales de sensibilidad, sostenedor de sistemas de creencias y disciplinador de sujetos con ceguera genérica. Segundo, examino la discriminación sexo-género-"etnia" y su incidencia en la conformación de los Estados. Luego, abordo la violencia extrema de las violaciones y mutilaciones seguidas de muerte, tomando como caso paradigmático, aunque no único, las asesinadas de Ciudad Juárez, claro ejemplo de feminicidio (Segato, 2006: 21). Por último, haré un rápido balance general del camino recorrido. Page 342

2. Diálogos clave

Los dos diálogos que transcribo en sus líneas fundamentales, me alertaron sobre la importancia del lenguaje en la invisibilización de lo que denominaré, con todos los recaudos del caso, "hechos violentos".

2.1. Primer diálogo

Estoy esperando un colectivo (bus) y oigo una conversación entre dos varones, que no veo porque están detrás de mí. De pronto, algo en la conversación llama mi atención y escucho con interés. Uno le relata al otro lo que había leído en el periódico de la tarde: un muchachito joven había sido brutalmente golpeado y violado; muy posiblemente se lo había penetrado también con un palo o algo semejante y agonizaba. El mismo individuo agrega... porque violar a una mujer es normal; pero a un varón... seguro que es un enfermo y lo vamos a atrapar. Gire ligeramente mi cabeza y vi dos personas vistiendo uniforme de la policía....

2.2. Segundo diálogo

Estoy en un taxi, con una colega y amiga por un camino de montaña. Conversamos con el conductor sobre la nieve que está cayendo y la blancura del paisaje. Ante una curva cerrada con un profundo precipicio de un lado, el conductor dice: Este es un buen lugar para tirar un cuerpo; no la encuentran más. Mi colega pregunta si él cree que ahí tiraron a la suiza (infortunada joven protagonista involuntaria de los titulares de todos los periódicos de la zona desde hacía unas semanas). El chofer, responde con la cifra de kilómetros cuadrados de desierto que se extendían ante nosotros y agrega que sólo sabe lo que dicen los periódicos: que venía desde Brasil de mochilera, que en la frontera se había separado del novio, que estudiaba antropología, que era rubia, de ojos azules, delgada y huesuda, que era suiza, que iba sola y que probablemente en el hostal donde había parado la invitaron a la fiesta. ¿Había fiesta? Preguntó mi colega. Y..., siempre hay fiesta,... y si una chica así va, ya se sabe... Para qué va si no; después de todo dejó al novio en la frontera...

¿Qué se dice? ¿Qué es lo "normal"? ¿Qué es lo perverso? ¿Por qué hay voluntad de "atrapar" lo perverso" pero no "lo normal"? ¿Qué significa "fiesta"? ¿Qué quiere decir una chica "así"? ¿Qué "ya" se sabe si una joven acepta "ir a la fiesta"? ¿Qué "fiesta"? ¿La "fiesta" de quién/es? ¿Cómo se estructuran "los hechos" en términos de consecuencias necesarias a partir de un cierto conjunto de presupuestos implícitos? ¿En qué medida "explica" una respuesta genéricamente sesgada? Muchos sobreentendidos llaman la atención en estos breves relatos: ¿Qué oculta lo que dice? Page 343

3. Primer paso, el lenguaje

En este trabajo, como en otros anteriores, me centro en la necesidad de revisar las estrategias linguísticas que, al mismo tiempo, marcan y ocultan ese lugar singular de violencia contra las mujeres. (Femenías, 2003, 2006 y 2007). Porque, es necesario realizar -tal como lo propone Ana de Miguel- un arduo proceso de deslegitimación de la violencia contra las mujeres (de Miguel, 2005: 231-248). En primer lugar, porque -si Wittgenstein estuvo en lo cierto- el lenguaje es una forma de vida. En segundo lugar, porque el lenguaje en tanto a priori histórico prefigura el sitio violento que precede al acto de violencia (Soza Rossi, 2006: 164).

Ahora bien, el lenguaje, en tanto discurso (Foucault, 1970) es el conjunto de los enunciados que provienen de un mismo sistema de formación, con reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en tiempo y espacio, que en una época dada significan nunca de modo epistemológicamente neutro. En ese sentido, el lenguaje conforma el lugar de inscripción de los sujetos varones y mujeres. Por eso, internarse en el laberinto del lenguaje es abordar los modos en que la terminología de la violencia pre-escribe los distintos niveles comprensivos: un nivel se refiere al lenguaje de los Derechos, la violencia visible a partir de las exigencias universalistas e igualitaristas. Otro, se refiere al nivel de las (re)significaciones y (des)estabilizaciones de los significados y de las estructuras tradicionales, visibles sobre todo al desmontar las legitimaciones basadas en la naturaleza y las falacias argumentativas que funda. El que me interesa ahora, es el que denominaré piso invisibilizador de las estructuras del lenguaje, en términos de a priori histórico del lugar de inscripción de los sujetos y de los hechos violentos.

Precisamente, la aceptación del lenguaje aprendido (el lenguaje es una forma de vida) como a priori histórico implica un modo posible de escritura y de inscripción epocal de sujetos y de los acontecimientos. Por eso es necesario reelaborar no sólo sus alternativas de inscripción sino también la constitución misma de la subjetividad y de sus teorías, a fin de detectar grados de violencia, umbrales de sensibilización y/o de intolerancia y ceguera genérica. Actualmente, este a priori habilita la violencia simbólica; es decir, la que extorsiona, generando unas formas de sumisión que ni siquiera se perciben como tales, y que se apoya en creencias totalmente inculcadas (Bourdieu, 1994: 188), que se potencian en virtud de los modos y usos habituales de la lengua. Una lengua es más o menos sexista en sus expresiones literarias y cotidianas, sobre la que se inscriben códigos sexistas específicos que superan la comprensión de los hablantes habituales. Page 344

3.1. Algunos elementos conceptuales

Según lo que señalamos en el apartado anterior, una formación discursiva constituye -en tanto nivel simbólico per se- las condiciones del ejercicio de la función enunciativa, donde la materialidad [del discurso] es una de sus hipótesis explicativas. Así, las posibilidades de reinscripción y de transcripción, los límites y las condiciones, los otros enunciados que coexisten con él determinan la materialidad de un enunciado. Desde un primer punto de mira, el lenguaje opera como principio de clausura: su límite es el límite de los significados que constituyen el mundo; en palabras de Wittgenstein, los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo (Tractatus 5.6).

De modo que el mundo del discurso es el mundo de las asimetrías simbólicas, cuyas reglas arbitrarias evitan la posibilidad de identificar "los hechos" con su descripción, a la vez que abren el espacio de la "lucha por las resignificaciones", nunca epistemológicamente neutras. Internarse en el laberinto del lenguaje es penetrar en el intercambio social simbólico donde se plasman los conceptos y los presupuestos de las libertades de los individuos, de las clases, de los movimientos políticos, de las etnias, de las razas, de los sexos y de los grupos humanos en general. Por lo general, quienes definen los códigos y los contextos tienen el control y quienes los aceptan evitan redefinirlos. Pero, por muy diversos motivos, en un momento dado, un grupo desafía los significados, los modelos, las jerarquías, los modos de articular y representar la realidad. En esas circunstancias se pone en evidencia la inestabilidad de la trama discusiva y de sus articulaciones, aunque los sesgos sexistas tradicionales se rearticulen.

Sea como fuere, las formaciones discursivas tradicionales y remanentes son patriarcales (con todos sus rasgos marcatorios) y constituyen un presupuesto que hace las veces de a priori histórico: un punto de partida de los mecanismos de la enunciación de los Derechos, pero también de los mecanismos de inclusión-exclusión. Por eso, hay que poner en evidencia que tanto la invisibilización como la exclusión o la discriminación de las mujeres no operan (ni actual ni históricamente) de la misma manera en que lo hacen otros mecanismos de exclusión, por ejemplo, los descritos por Michel Foucault en El orden del discurso. En todo caso, sobre ese orden (que es un orden patriarcal) se modelizan los a priori simbólicos de los mecanismos excluyentes de las mujeres (Femenías, 2006: 42 y ss.).

Esto significa además que las variaciones sexuales alternativas, que han proliferado abundantemente en las prácticas y la literatura reciente, guardan algún resabio de las convenciones hegemónicas, a las que indirectamente Page 345 remiten, so pena de ininteligibilidad. Por tanto, es imposible...

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