La estructura social del bien y el mal: Enemistandose.

AutorBlack, Donald
CargoTextos de Criminología
  1. --La estructura social del bien y el mal: Enemistándose.

    El moralismo es la tendencia de tratar a la gente como a enemigos. Los peores son eliminados: las brujas son quemadas, los violadores son linchados, las adúlteras son apedreadas, los traidores fusilados, los asesinos electrocutados. Algunos atribuyen el moralismo a individuos particulares ("personalidades moralistas"), filosofías ("absolutismo moral"), o a una conducta ("inmoralidad"), pero el moralismo también se presenta en ubicaciones y direcciones particulares del espacio social. El moralismo es producto de su propio entorno social.

    Aquí se ofrece una formulación para predecir y explicar el moralismo --un principio de repulsión social-- y se ilustra mediante el comportamiento de las terceras partes involucradas y de las personas que manejan sus propias ofensas o agravios. El capítulo concluye con un comentario sobre la historia de los enemigos en las sociedades humanas.

  2. --La repulsión social.

    El moralismo es lo opuesto a tomar partido ("ceñirse") y ocurre bajo condiciones opuestas a esta. Mientras tomar partido hacia algo es una función directa de la cercanía e inferioridad sociales, el moralismo es una función directa de la lejanía y superioridad sociales. Aquellos fuertemente ceñidos tienden a ser socialmente cercanos y superiores, mientras que aquellos con los más grandes enemigos tienden a ser socialmente apartados e inferiores. Si ser partidario de algo se asemeja a la gravedad en el universo físico, el moralismo equivale a los campos opuestos de la electricidad o el magnetismo. Pero la repulsión física -- como la gravitación--normalmente disminuye con la distancia física, mientras que la repulsión social aumenta y se hace más fuerte a medida que la distancia social aumenta (2). Y la repulsión social no es necesariamente recíproca. (3) Primero, consideremos el comportamiento de las terceras partes tales como jueces y mediadores. ¿Cuándo invocan las reglas; declaran ganadores y perdedores; usan la fuerza y la violencia?

  3. --El moralismo de las terceras partes (4)

    En un extremo están los jueces iracundos que condenan a las personas a sufrir y a morir; hacia el otro, los pacificadores amistosos que buscan reestablecer la armonía social tan suavemente como sea posible (ver Black y Baumgartner 1983). Estas tendencias aparecen bajo condiciones radicalmente diferentes: la primera cuando las terceras partes están socialmente alejadas y son superiores, la segunda cuando están socialmente cercanas y se encuentran en niveles sociales iguales o inferiores a las partes directamente involucradas (5). La conducta de las terceras partes varía en muchas dimensiones--de acuerdo a su formalismo, contundencia, grado de coerción, y nivel de castigo--y todas obedecen al mismo principio.

    3.1.--El formalismo.

    El formalismo es la tendencia a crear y aplicar reglas explícitas. Las terceras partes altamente formalizadas sólo se ocupan de infracciones de las reglas y justifican sus decisiones de acuerdo con ellas. Los menos formales no se refieren a las reglas en lo absoluto.

    Entre los indígenas zinacantecos de México, por ejemplo, los ancianos que actúan como terceras partes normalmente dedican poco o ningún esfuerzo a descubrir los hechos precisos, y mucho menos a si las reglas fueron violadas; solo buscan aplacar al individuo agraviado (Collier 1973:60). Por lo regular, ellos simplemente animan al presunto ofensor a "rogar por el perdón" de su demandante ofreciéndole a éste una botella de ron; la aceptación significa "que el enojo en su corazón ha culminado" y el problema ha sido resuelto (59-60). Los ancianos también pueden proponer un arreglo, validado igualmente por el ron compartido (26-28). Sin embargo, estas prácticas se observan solamente cuando los reclamos son manejados por los Zinacantecos que están socialmente cercanos a las partes involucradas. Los funcionarios no-Zinacantecos simplemente deciden si algunas reglas fueron violadas, y en tal caso, aplican las medidas especificadas en la ley escrita (39-46). Sin embargo, los no-Zinacantecos son menos formales frente a sus compañeros no indígenas (Hunt y Hunt 1969:137).

    En las sociedades más simples alrededor del mundo las terceras partes son altamente informales. Algunas no invocan reglas o precedentes en lo absoluto (ver, por ejemplo, Gillin 1934:334; Hoebel 1940:6). Otras usan reglas que son altamente elásticas. Entre los jueces de los Basoga de Uganda se procede casi siempre por intuición:

    En un sentido verdadero, los [jueces] Basoga no saben qué pensar sobre un caso hasta haber oído lo que ellos mismos tienen que decir al respecto ... en los tribunales de los Basoga rara vez se habla de la ley--sobre el alcance de los conceptos del mal. En Jugar de eso, hablan sobre "los hechos"--sobre lo que pasó--sin enunciar los significados legales de tales eventos (Fallers 1969:314, 320). Comparemos esto con los tribunales de la moderna América del Norte o Europa, donde cada pleito y decisión legal debe referirse a un precedente o doctrina específica (6). Hoy día, de hecho, el derecho significa reglas (ver, por ejemplo, Hart 1961; Fuller 1964). Sin embargo, los jurados, que están socialmente más cercanos a los litigantes, están menos orientados hacia las reglas que los jueces (ver, por ejemplo, Hastie, Penrod, y Pennington 1983:135-142). Y con respecto a los jueces en los tribunales de apelación, aquellos que se encuentren más distantes de los litigantes están más orientados hacia el acatamiento de las reglas que ningún otro.

    Si se separa a las terceras partes de los adversarios--escogiendo a los socialmente superiores, a personas de distintas culturas y a extraños por completo--las reglas dominarán los procedimientos (7).

    3.2.--La contundencia.

    El moralismo es intransigente--inflexible. No se negocian convenios con el diablo. Cada caso tiene un ganador y un perdedor, uno que tiene toda la razón y otro que no la tiene en absoluto. En este sentido, las terceras partes moralistas son contundentes. Al otro extremo se encuentran aquellos quienes meticulosamente evaden el tomar partido y animan a los adversarios a encontrar su propia solución. Cada adversario puede querer algo del otro--una aceptación de culpa, una reanudación de las relaciones normales, un acuerdo sobre el futuro--y en este sentido un arreglo es posible. Las terceras partes también pueden imponer arreglos para evadir resultados unilaterales.

    La distancia social esclarece el bien y el mal. La proximidad social empaña la distinción entre uno y otro o de alguna manera desestimula su aplicación. En la mayoría de los casos, las terceras partes alejadas de ambos adversarios (como la mayoría de los jueces modernos) encuentran a uno de los adversarios completamente en lo correcto y al otro completamente errado (ver Gulliver 1979:13). Aquellas cercanas a ambos adversarios (como la mayoría de los ancianos tribales) prefieren los arreglos (ver, por ejemplo, Frake 1963; Gibbs 1963; Gulliver 1963; Gluckman 1967; Nader 1969). Las terceras partes entre los Subanun de Filipinas, por ejemplo, no son más ricas, más viejas, o de alguna forma superiores a ningún otro grupo, y usualmente son bien conocidas por todos los involucrados (Frake 1963). Ellos se distinguen solamente por su reconocida habilidad en el manejo de disputas, incluyendo su habilidad para beber y cantar (actividades realizadas en cada audiencia). Así, no es sorprendente que ellos rara vez encuentran cualquier lado totalmente correcto o totalmente equivocado, y casi siempre declaran que ambos tienen cierta parte de la culpa (220).

    De modo similar, los Zinacantecos de Méjico son reacios a declarar un solo ganador:

    Los Zinacantecos no tienen procesos sofisticados para verificar los hechos en un caso, porque los hechos no son de crucial importancia. Los veredictos entre los zinacantecos son arreglos, y una parte importante del proceso es el arreglo sobre lo que ocurrió ... Frecuentemente los hechos son distorsionados más allá de la realidad ... O los arreglos pueden estar basados en simples mentiras, que todos reconocen como tales pero que ofrecen la única vía posible para un acuerdo (Collier 1973:96, 97). Los no-Zinacantecos hacen exactamente lo opuesto:

    Los litigantes ante las autoridades mejicanas ... responden a preguntas formuladas por oficiales que buscan descubrir "los hechos" del caso. Las soluciones siguen a estos "hechos" y tienden a recargar toda la culpa hacia un solo lado (Collier 1973:60-61; ver también Greenberg 1989:152, 227). Los indígenas dicen que llevar un caso a un tribunal mejicano es "como ponerlo en las manos de los Dioses" (Collier 1973:56). Pero con los no indígenas los funcionarios mejicanos (que tampoco son indígenas) son más flexibles y promueven arreglos satisfactorios para todos (ver Hunt y Hunt 1969:122-125; Collier 1973:253-254).

    El mismo principio operaba en un experimento natural en el Oeste estadounidense: Después de confinar a los indígenas a las tierras reservadas, el gobierno de los Estados Unidos creó él "Tribunal para las Infracciones de los Indígenas" en la última parte del Siglo XIX, esperando introducir el estilo de justicia norteamericana a través de los jueces indígenas. Pero los jueces indígenas se encontraban demasiado cercanos a los demandantes para comportarse como blancos: "Los jueces, quienes buscaban el arreglo y la conciliación más que decidir de acuerdo a puntos rígidos de la ley, evocaban a los ancianos tribales" (Hagan 1966:174). Los jueces y jurados en la Norteamérica moderna manifiestan el mismo patrón: los jurados, estando más cercanos a los litigantes, tienen mayor probabilidad de llegar a "decisiones por arreglo" (ver, por ejemplo, Frank 1930:Capítulo 16; Kalven y Zeisel 1966:Capítulo 1) (8).

    3.3.--El nivel de coerción.

    Otra característica del moralismo es una propensión a usar la fuerza. Mientras que algunas terceras partes solamente manipulan casos cuando se les pide hacerlo, se retiran a petición de las partes involucradas, y...

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