El Fedon o la trascendencia del alma.

AutorRobledo Rodriguez, Alejandro

Resumen

Se intenta recopilar los argumentos centrales del diálogo, iniciando un análisis de la forma del mismo, para desentrañar luego, y con más profundidad, los argumentos centrales del texto, y que constituyen un primer indicio del núcleo dogmático de la teoría platónica de las ideas.

Palabras clave: muerte, inmortalidad, reminiscencia, preexistencia.

PHAEDO OR THE INMORTALITY OF THE SOUL

Abstract

The author attempts to describe the main arguments from the Dialogue, starting whith an analysis of its form to continue studying more deeply the arguments which are the first clues of the dogmatic center of the Plato's theory of ideas.

Key words: Death, immortality, reminiscence, pre-existence.

Introducción

En las páginas que desarrollo a continuación, procederé como sigue: En primer lugar, se expondrán las cuestiones relativas a las formas del diálogo (I) entre Sócrates, Fedón, Cebes y Simmias, para luego desarrollar, con mayor presición, los argumentos centrales del texto (II), tales como el origen de los contrarios y su relación con la dialéctica platónica, la indisolubilidad de lo simple, y tal vez el de mayor importancia, denominado reminiscencia, bases todas estas, trascendentales para el entendimiento primario de la teoría de la ideas de Platón.

  1. Argumento descriptivo

    En lo que concierne a la descripción del diálogo de Platón (1) (427 347), procederá una breve pero significativa alusión a la forma en que el método socrático se manifiesta, dejando entrever las discusiones que formalmente encauzan el sustantivo contenido del texto.

    En tal sentido, decimos con García Gual que, > se han propuesto, discutido y resuelto problemas complejos que interesan a la vez a la Psicología, la Moral y la Metafísica>> (2).

    Tanto formal como materialmente, concordamos con I. Combie, para quien este texto, es > (3).

    La narración es la >, hecha a Equécrates por Fedón, testigo todavía emocionado de aquel fin tan sereno y tan noble, que refiere fielmente en un lenguaje impreso de la sencillez y grandeza antiguas (4).

    Pues bien, en el momento en que Fedón nos abre al puerta de la > se nos aparece Sócrates sentado familiarmente en el borde de su lecho en medio de sus discípulos, ansiosos desde muy temprano de recoger las últimas palabras del venerado maestro: su aspecto es sonriente y de tranquilidad, y ni una sombra de tristeza o de cansancio altera su rostro, tan sereno y tan animoso como el pensamiento que lo anima. Sin la emoción mal reprimida de sus amigos y las lágrimas de que no pueden contener, y sin los lamentos de Jantipa, su consorte, nada hubiera delatado en Sócrates la proximidad de la muerte (5).

    Así pues, resuelto Sócrates (6) a dar a sus amigos el ejemplo de la Filosofía (7), mando que se retirarán su mujer y sus hijos, impuso reserva al dolor de sus amigos y no tardo en provocar a una discusión a Simmias y a Cebes, discusión que se prolongaría hasta la puesta del sol, instante señalado por al Ley para beber la Cicuta. Será como el mismo dijo: >. ¿No debe desear la muerte el Filósofo? ¿Tiene o no derecho a adelantarse a una muerte a su parecer demasiado lenta, y a atentar contra su existencia?

    Estas, son las primeras preguntas que por si mismas hacen nacer la situación. La convicción de Sócrates es que la esperanza de encontrar, en una vida mejor que la nuestra, dioses justicieros, buenos y amigos de los hombres, basta para incitar al sabio a sonreír ante la muerte. Pero ningún hombre debe adelantar el término natural de la vida y el sabio menos que los demás, porque si existe una razón justa para no temer a la muerte, existen igualmente dos para esperarla, empezando por el ánimo esforzado de que debe dar pruebas, soportando con paciencia los males de esta vida, en la que se cree guardando un puesto cuyo abandono representaría una cobardía; después de pensar que su persona y su destino pertenecen a los dioses, sus creadores y dueños, y que no perteneciéndose carece del derecho de disponer de si mismo.

    Razones como estas son consideradas como las más poderosas que jamás se hayan invocado contra el suicidio; en este contexto García Gual señala que > (8).

    De ello surge una interrogante, ¿dónde están el valor de la vida y el horror de la muerte en quien no concede a su cuerpo la menor importancia? (9) La respuesta someramente clara, está dada a continuación: > (10). Este es el primer rasgo de la teoría de las ideas, cuyo objetivo va a acusarse muy pronto.

    Pero ¿de dónde tiene el filósofo la certidumbre de no perecer por completo cuando muere? Y si no tiene la prueba de que el alma sobrevive al cuerpo, ¿quién le asegura que no es víctima del engaño de una bella ilusión? Platón se decide resueltamente a explicar por boca de Sócrates, éstos problemas tan pavorosos y toca sucesivamente los puntos siguientes, que basta mencionar para ver su importancia: La supervivencia del alma al cuerpo, la reminiscencia, la preexistencia del alma, la existencia de las ideas por si mismas, la sencillez, la inmaterialidad, la indisolubilidad, la libertad del alma y, en fin, su inmortalidad.

  2. Argumento analítico

    Tan rico es el contenido del Fedón, que el subtítulo de >, parece quedarse estrecho. No se puede negar, es cierto, que parte fundamental del diálogo se destina a la discusión de los argumentos que se dan en pro y en contra de la inmortalidad del alma (11). Pero el diálogo en comento, desborda en forma y contenido tal denominación, pues en el existen otros elementos de capital importancia, a saber: el esbozo de la doctrina de las ideas, toda una teoría del conocimiento, la formulación de un ideal de vida, y, dando unidad a todo ello, el maravilloso relato de los últimos momentos de Sócrates (12), y una interesante alusión al respeto por principio de legalidad. Cabe por tanto, plantearse, aunque no en los mismos términos que en el Fedro, el problema del objetivo que persiguió Platón al escribir este diálogo. Sin pretender, pues, dar con la ultima ratio del diálogo, diremos, en pocas palabras, lo que constituye su intención, para pasar después a ocuparnos de su análisis.

    Pues bien, Platón no ha escrito este diálogo para sus contemporáneos --como bien sostiene García Gual (13)--, que de sobra conocían lo relativo al proceso, condena y muerte de su maestro, sino para la posteridad. Sus intenciones no han sido tanto el poner en claro las circunstancias que rodearon la suerte de Sócrates, sino el dejar un documento vivo de cómo el filósofo -que para él no es más que el hombre que vive con mayor autenticidad la verdadera esencia de lo humano- se enfrenta con el momento supremo de su existencia:>> El de la muerte>>. Su meta principal ha sido trazar una >, una teoría del buen morir, tomando como base la muerte de un hombre de vida ejemplar: Sócrates, la mítica figura del Filósofo (14).

    2.1. La discusión filosófica

    Comienza con la paradoja, provocada por el mensaje de despedida de Eveno, de que la muerte es un Bien al que debe aspirar el Filósofo, más no darse a sí mismo, sino esperar recibirle de otro. La aparente contradicción entre ambos asertos no pasa, como es natural, inadvertida a un espíritu tan crítico como el de Cebes, forzándose con ello a Sócrates a justificarla de algún modo: Los hombres están en una especie de presidio o cuerpo de guardia del que no pueden despertar, y como posesión de los dioses, tienen que esperar la orden de estos para terminar sus días. Pero Cebes no se da por satisfecho: Si tal es la opinión de Sócrates, ¿cómo es que no se irrita entonces al abandonar una situación de servidumbre en la que tiene a los mejores que existen: los Dioses?

    Así nos dirá:

    > (15). En definitiva, continúa argumentando Sócrates que el filósofo se caracteriza principalmente por apartarse del cuerpo en vida y dirigir su atención hacia >. Actuando así los filósofos se caracterizan por su valentía, al no temer morir, y templanza, al apartarse de los placeres del cuerpo, de modo que cuando llegan al Hades están preparadas para habitar entre los mejores.

    2.2. La justificación de su postura

    Tal argumentación estriba en su esperanza de llegar, una vez muerto, junto a otros dioses y a otros hombres, no peores amos y compañeros de esclavitud que los de este mundo. Por otra parte, la vida del filósofo no es más que una continua Askesis del morir, puesto que la muerte no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo, y todo el empeño del filósofo de ha centrado exactamente en eso: en separarse lo más posible de los cuidados y placeres del cuerpo, en reencontrarse en sí mismo con su alma...

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