La ley natural como patrón del orden justo

AutorTullo Alberto Álvarez
CargoUniversidad Católica Andrés Bello Caracas - Venezuela tulioalvarez17@gmail.com
Páginas468-486

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1. Introducción

Las reflexiones contenidas en el presente trabajo están inspiradas en el análisis del documento A La Recherche D'une Ethique Universelle: Nouveau Regard Sur La Loi Naturelle, elaborado por la Comisión Teológica Internacional con el objeto de determinar la existencia de «valores morales objetivos»; no con cualquier fin, académico o especulativo, sino en dirección a «procurar la paz y el bienestar» 1. Se trata de un esfuerzo por enfocar al derecho natural desde una nueva óptica sin dejar de valorar el impulso definitivo que este derecho dio al proceso de racionalización en el ejercicio del poder, marco apropiado para privilegiar la dignidad del ser humano a través de garantías al ejercicio de unos derechos inalienables, anteriores a la existencia del propio Estado. Hoy se puede afirmar que los avances en la humanización de las relaciones políticas y en el diseño del Estado moderno encuentran su génesis en la preponderancia de corrientes del pensamiento jurídico basadas en el derecho natural.

Así como aquel fue un reto generacional que produjo una verdadera revolución en el espíritu que determina las relaciones humanas, hoy procede la revisión de «las cuestiones de siempre en torno al bien y el mal»en un sentido, quizás utópico, de la conformación de una comunidad mundial. Y que conste que la idealización no puede ser desechada por consideraciones vinculadas a las probabilidades de éxito. ¿Acaso no fueron las utopías las que Page 469 inspiraron la humanización de las relaciones sociales y la transformación del Estado en el marco de la modernidad? ¿No vale la pena el intento? 2.

El análisis y solución de los problemas novedosos que aquejan a las sociedades, como el equilibrio ecológico, aquellos de índole moral que surgen por el desarrollo acelerado de las biotecnologías, las amenazas del terrorismo, el crimen organizado y las nuevas formas de violencia, causantes de «una preocupación presente que interpela a toda la humanidad» ante una organización política nacional que se ve desbordada y que nos lleva a pensar en sociedades bajo una dimensión planetaria, requiere una «urgente reflexión ética y política de rango universal».

El contexto que justifica el esfuerzo por desentrañar unos principios éticos comunes no puede ser más desolador. Comunidades profundamente divididas, en el seno de las cuales se práctica la violencia, la intolerancia, el materialismo y la pasividad ante la realidad asfixiante. Sociedad de ghetto con excluidos disímiles, con listados aberrantes para perseguir a los que piensan distinto, el reino de la indignidad, el antireino. ¿Qué tipo de libertad se puede vivir en un ambiente así marcado? ¿De cuál convivencia estamos hablando? Es un ejercicio colectivo por la deshumanización.

2. La existencia de valores comunes

Los estudios antropológicos demuestran la coincidencia cultural en la aceptación de comportamientos que aproximan a un prototipo de humanidad: actos de coraje, paciencia ante las pruebas y dificultades de la vida, compasión por los débiles, moderación en el uso de los bienes materiales, actitud responsable ante el ambiente, sacrificio por el bien común y la practica fraterna. Estos modelos de carácter ético delinean una vida «según la naturaleza » de la misma forma que se pueden detectar conductas abominables que atentan contra ella.

Es indudable que el contexto social marca la formación bajo valores morales pero no es por albur que, al margen de la particularidad cultural, exista una coincidencia universal, por no utilizar el término consenso, que consolida un código de lo humano según un llamado interior. Y no hay que profesar un credo religioso para percibir lo que Santo Tomás definió como el precepto sobre el que se fundan todos los otros de la ley natural: «Haz el bien y evita el mal», enraizado en todas las culturas.3 Las acciones humanas, en tanto iluminadas por la razón, están dirigidas a un fin que necesariamente será o parecerá bueno. Si no estuviera direccionado racionalmente, no nos dirigiríamos a él. Sin embargo, la actualidad imprime la Page 470 necesidad de añadir: «Haz el bien luchando contra el mal»o«para hacer el bien hay que luchar contra el mal». Esta segunda perspectiva acentúa el modo cómo el bien se hace presente de forma que es la acción misma de luchar contra el mal y no como si algo, en sí mismo, fuera bueno independiente de aquello que sea malo. El bien es la acción ejercida en contra del mal entendido como génesis y acción omisiva de una acción buena. El mal carece de entidad es la ausencia del bien.

El bien moral se corresponde con un anhelo del ser humano que espontáneamente se dirige a una realización plena que está definida por una aptitud natural para conocer lo bueno. Las obligaciones que surgen en aras de ese fin no le son impuestas exteriormente sino por una orientación de la razón práctica que indica al sujeto moral que tipo de acción esta conforme al dinamismo fundamental y necesario de su ser para obtener la felicidad. Y en el documento de la Comisión Teológica se enumeran los tres grandes grupos de dinamismos naturales que obran en la persona humana: a) Común a todo ser sustancial, la inclinación a conservar y a desarrollar su existencia; b) Común a los seres vivos, la inclinación a reproducirse para conservar la especie; c) Propio de los seres racionales, la inclinación a vivir en sociedad así como conocer la verdad sobre Dios.

Estas inclinaciones permiten formular los primeros preceptos de lo natural, conocidos naturalmente; además, son el primer sustrato que constituye la base de toda reflexión ulterior sobre el bien a practicar y el mal a evitar. Los preceptos que dirigen la acción de las personas surgen como consecuencia lógica de los dinamismos naturales y de la razón práctica que propugna ejecutorias en defensa de esos bienes morales. Así surge la necesidad de auto preservación como reacción espontánea frente al peligro de muerte; la inclinación a obtener los bienes que contribuyan a una apropiada calidad de la vida biológica; y la formación de la familia como proyección armoniosa y fraterna del propio ser. Estos son los bienes morales que derivan en derechos por los cuales vale todo esfuerzo, toda lucha (Gráfico 1). Page 471

Gráfico 1

(Gráfico en Documento Pdf)

La reflexión sobre la realización de ese bienestar y la construcción de la vida en sociedad sobre las bases justas que corresponden al derecho natural produjo un cambio de mentalidad y las acciones inmediatas que transformaron la conceptualización del Estado. Esta revolución en el espíritu humano implicó el reconocimiento de la igual dignidad de toda persona, más allá de las diferencias de raza y de cultura, y un gran respeto por la humanidad donde ella se aloja. Surgieron preceptos y valores que, al menos en su formulación general, pueden ser considerados como universales, porque ellos se aplican a toda la humanidad. Y estos surgen de los principios morales que son acogidos en razón de las inclinaciones fundamentales de la persona humana.

Sin embargo, vale la pena la advertencia, los preceptos de la ley natural pueden variar en las distintas culturas; inclusive, en una misma cultura, en épocas diferentes. He aquí la historicidad de la ley natural, lo que impele a la adaptación de sus preceptos universales a las condiciones concretas de la existencia, en contextos culturales diversos. De forma que se puede concluir que la moral implica la producción de normas en las que se integra Page 472 la singularidad de la acción concreta con el conocimiento de lo universal y se materializa en cada ocasión en que el sujeto adapta sus principios universales a la diversidad de las situaciones a las que se enfrenta.

3. Fundamentos de la ley natural

De la misma naturaleza de las cosas surgen unos valores éticos fundamentales que inducen al sujeto a un ejercicio de conciencia que define su comportamiento ante experiencias y retos concretos. De ahí que, explorando la conducta humana, puedan determinarse unas constantes antropológicas en cuanto a la humanización, su relación con la naturaleza y la posibilidad de una vida social armónica.

Cuando se utiliza el término naturaleza, se hace referencia a la esencia de cada ser definida por sus características típicas y permanentes, a su identidad ontológica. Naturaleza y persona son nociones que se complementan porque toda persona humana es una realización única de la naturaleza humana. Y en el ejercicio de conciencia al cual se ha hecho referencia, la persona asume las orientaciones dadas por su naturaleza.

Mal puede existir entonces oposición, sí la naturaleza guía el camino conductual de la persona en su realización individual. Este es el argumento para afirmar que el concepto de ley natural supone la idea de que la naturaleza transmite al hombre un mensaje ético y constituye una norma moral implícita que actualiza la razón humana. Ahora bien, la premisa anterior, punto de partida de una visión trascendente del quehacer humano, no implica un consenso universal sobre la utilización de la ley natural para atemperar la rigidez y los peligros de la ley positiva, impuesta desde el Estado. Al contrario, tal como lo reconoce la Comisión Teológica, por diversas razones históricas y culturales que se conectan con la evolución de las ideas durante la tardía Edad Media, esta visión ha perdido su preeminencia cultural.

La mujer y el hombre moderno han desplazado el significado ético de las leyes que gobiernan la naturaleza de las cosas en ejercicio de una consagrada soberbia intelectual que dicta la capacidad de decidir, por sí mismos, lo que debe ser la humanidad. Sin auxilios, se definen para sí y los demás las prioridades y acciones a cumplir, dejándose guiar por criterios validados...

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