El problema filosófico del racismo fascista desde la perspectiva de la cultura jurídica

AutorOlindo De Napoli
CargoUniversidad de los Estudios de Nápoles Federico II Nápoles-Italia olindo-@libero.it
Páginas120-147

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1. Premisa: De la conquista del imperio al "Manifestó degli scienziati razzisti"

A principios de octubre de 1935, después de una serie de intentos de mediación diplomática por parte de la ya para entonces débil Sociedad de Naciones, Italia atacó al Imperio etíope, gobernado por el negus Hailé Selassié (Collotti, 2000). Etiopía era un estado miembro de la misma Sociedad de Naciones, la cual estableció sanciones económicas contra Italia; pero tales sanciones fueron por sí mismas poco eficaces y no le impidieron a Mussolini llevar a cabo la guerra en tan sólo siete meses. El líder del fascismo había intervenido personalmente en la preparación de la guerra, estableciendo la cantidad ingente de hombres y medios que se utilizarían, tanto que se puede considerar la guerra de Etiopía de 1935 a 1936 como una "guerra nacional y moderna" (Labanca, 2002: 189), diferente del tipo de "guerra colonial", en la que las potencias europeas empleaban una cantidad de soldados por mucho inferior a la de sus adversarios. Entre las disposiciones dadas directamente por Page 121 Mussolini, estuvo la de usar gases que habían sido prohibidos por la convención de Ginebra de 1925, y a la cual Italia se había adherido. Éstos fueron utilizados sobre todo para atacar las retaguardias y su uso fue mucho más cruel que decisivo en los derroteros que siguió la guerra. El uso de gas a gran escala demostraba sobre todo que Mussolini había decidido conquistar Etiopía a cualquier precio y que no quería correr ningún riesgo. Etiopía era un "imperio" por lo que, una vez conquistada, en la retórica oficial Italia se convirtió ella misma en un "imperio" y ya no una simple potencia colonial (hasta ese momento una de las menos fuertes y más veleidosas). De la victoria, Mussolini extrajo un gran prestigio personal y la consolidación de su poder en la patria; el consenso hacia el régimen alcanzó, según una ya vieja interpretación historiográfica, su nivel máximo (De Felice, 1974). La Iglesia católica, por su parte, demostraba que apoyaba la guerra, al unir a la expansión colonial del fascismo la misión evangelizadora católica (¡pero Etiopía ya era cristiana!) (Labanca, 2002: 159-162). El 9 de mayo, Mussolini declaraba ante una multitud entusiasta que Italia tenía finalmente su Imperio: «Impero fascista, perché porta i segni indistruttibili della volontá e della potenza del Littorio romano, perché questa é la meta verso la quale durante quattordici anni furono sollecitate le energie prorompenti e disciplinate delle giovani, gagliarde generazioni italiane» (Mussolini, 1959).

Se celebraba, «dopo quindici secoli, la riapparizione dell'Impero sui colli fatali di Roma» (Mussolini, 1959).

El nacimiento del "Imperio" italiano correspondió a una fase nueva de la política italiana en todas las colonias. Se abría una fase política caracterizada por una intención racista explícita (Pankhurst, 1988: 178-183). En esta fase, Mussolini jugó el rol del protagonista: no es una casualidad que tal período coincida con la asunción directa por su parte del control del ministerio de las colonias, verificada en 1935. Fue Mussolini, como ministro de las colonias, quien inauguró una nueva política explícitamente racista hacia los súbditos y los mestizos. Esta tendencia dio origen a las primeras leyes coloniales racistas de 1936 a 1937, Page 122 encaminadas a impedir relaciones "de índole conyugal" entre los italianos y las mujeres subditas (relaciones en realidad muy frecuentes) (Sorgoni, 1998) en nombre de una nueva conciencia de raza que había que inculcar en los italianos, así como para evitar la posibilidad de que los "mestizos" pudieran convertirse en ciudadanos. La "construcción del Imperio" comportó en primera instancia un racismo institucional.

El nacimiento del Imperio estuvo siempre presente en los textos oficiales como motivación para la introducción de las leyes raciales antisemitas. Un ejemplo de ello, es el discurso de Mussolini en Trieste el 8 de septiembre de 1938, que constituye la única expresión pública del Duce a favor del racismo y del antisemitismo: "Nei riguardi della politica interna il problema di scottante attualita é quello razziale. Anche in questo campo noi adotteremo le soluzioni necessarie.[...] Il problema razziale [...] é in relazione con la conquista dell'Impero; poiché la storia ci insegna che gli Imperi si conquistano con le armi, ma si tengono col prestigio. E per il prestigio occorre una chiara, severa coscienza razziale che stabilisca non soltanto delle differenze, ma delle superiorita nettissime" (Il diritto razzista, 1939: 76-7).

Por lo demás, del hecho de que Mussolini viera una relación clara entre imperio y racismo, da testimonio Galeazzo Ciano, quien en julio de 1938 escribía en su diario:

Il duce considera la questione razziale fondamentale, dopo avvenuta la conquista dell'Impero. E' alla impreparazione razziale degli italiani che dobbiamo l'insurrezione degli Amhara

(Ciano, 2004: 216).

Y el Duce mismo, en octubre de ese año afirmó que: «La mancanza di dignita razziale ha avuto conseguenze molto gravi nell' Amara. E stata una delle cause della rivolta degli amara. Gli amara non avevano nessuna volonta di ribellarsi al dominio italiano, nessun interesse a farlo.[.] Ma quando hanno visto gli italiani che andavano piú stracciati di loro, che vivevano nei tucul, che rapivano Page 123 le loro donne, ecc., hanno detto: "Questa non é una razza che porta la civiltá". E siccome gli amara sono la razza piú aristocratica dell'Etiopia, si sono ribellati.

Queste cose probabilmente i cattolici non le sanno, ma noi le sappiamo. Ecco perché le leggi razziali dell'Impero saranno rigorosamente osservate e tutti quelli che peccano contro di esse saranno espulsi, puniti, imprigionati. Perché l'impero si conservi bisogna che gli indigeni abbiano nettissimo, predominante il concetto della nostra superioritá» (Mussolini, 1959: 190-191).

Se puede notar la actitud defensiva de Mussolini con respecto a quienes, sobre todo desde la Iglesia católica, habían acusado al régimen de copiar el régimen nazi pagano en materia de raza (Bendiscioli, 1936 e 1937); el 28 de julio de 1938, de hecho, Pío XI había afirmado: «Ci si puó chiedere come mai, disgraziatamente l'Italia abbia avuto bisogno di andare a imitare la Germania» (L'Osservatore Romano: 30 luglio 1938).

El jefe del fascismo sentía la necesidad de desmarcarse ideológicamente de Alemania a los ojos del pueblo italiano buscando una motivación "propia", original, "italiana" de alguna manera, para la introducción de la legislación racista: el problema racial se planteó "en relación con la conquista del Imperio". La preocupación de que el racismo italiano no apareciera como una derivación del alemán, fue una preocupación fuerte y estuvo muy difundida en los aparatos del régimen, en una situación en la que la sincronía entre la alianza italo-alemana y las medidas preventivas antisemitas eran evidentes. Me parece significativo que una nota de 1938 para el Ministro de la Cultura Popular estigmatizaba la «diffusione di voci tendenziose sull'arrivo in Italia dei razzisti tedeschi»: «Si rileva che, il corrispondente da Roma della Associate ha inviato in America un telegramma annunziando l'arrivo di esperti razzisti tedeschi allo scopo di aiutare la formulazione dei provvedimenti governativi italiani. Page 124

È opportuna una smentita ufficiale o ufficiosa di tali voci nettamente tendenziose!»1.

El documento no tiene fecha, pero por su referencia a una fase en la que se está elaborando la normativa racista italiana, se debe referir cronológicamente a 1938, tal vez a los meses de julio o agosto).

No me parece una casualidad que muy pronto haya llegado la respuesta de los científicos italianos, como la mejor manera de desmentir la intromisión de la ciencia alemana en la cuestión del racismo italiano. El 14 de julio fue publicado bajo el auspicio del Ministerio de la Cultura Popular (encabezado por Dino Alfieri) el documento titulado Il fascismo e i problemi della razza, después conocido como Manifesto degli scienziati razzisti, que pretendía representar el fundamento científico de la política racista; Ésta fue una de las cosas más mezquinas del período fascista: algunos científicos, en realidad pocos (Cuomo, 2005), avalaron un texto que era inconsistente desde el punto de vista científico y que tenía la función de mera propaganda racista. Mussolini cuidó personalmente la redacción del texto (De Felice, 1993: 279-280). El manifiesto, después de explicar que era necesario rechazar una concepción de la raza fundada en elementos históricos, lingüísticos o religiosos (a los que se refieren los conceptos de pueblo y nación), afirmaba en el punto 4: «Lapopolazione dell'Italia attuale é di origine ariana e la sua civiltá é ariana. Questa popolazione di civilta ariana abita da diversi millenni la nostra Penisola; ben poco é rimasto della civilta delle genti preariane».

Los italianos serían arios que se habrían conservado inmutables racialmente durante un milenio, por lo que sería «una leggenda l'apporto di masse ingenti di uomini in tempi storici».

La afirmación de que los italianos eran arios, destinada a resultar risible desde el punto de vista histórico y científico, era de lo más ajena posible a la cultura italiana (Poliakov, 1999; Raspanti, 2000), incluso para su parte más nacionalista. En el punto 7 se afirmaba: «la questione del razzismo in Italia deve essere trattata Page 125 da un punto de vista puramente biologico, senza intenzioni filosofiche o religiose» (De Felice, 1993: 555-6).

La orientación política expresada por el Manifesto era la mera...

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